Gnosticismo universal

Lemuria, Atlántida y William Scott-Elliot

Los intelectuales de nuestro mundo moderno intentarán, como puedan, reconstruir la historia de la humanidad con sus herramientas de cálculo, pero nunca lo lograrán. Por la sencilla razón de que el Universo y sus Leyes no pueden reducirse a insignificantes asociaciones racionales.

Según dicen los Sabios, la presencia humana en la Tierra obedece a leyes naturales que se repiten en todo el Cosmos. Una estructura que nuestros pseudocientíficos están lejos de sospechar. Se dice que cada planeta sirve de morada para siete grandes razas humanas, para luego morir y convertirse en una luna.

La raza humana actual resulta ser la quinta en poblar la faz de la Tierra y lleva el nombre de raza Aria. La que la precedió fue la raza Atlante. Y antes, la Lemuriana, la Hiperbórea, etc. Al terminar un ciclo de vida, este bajo mundo es borrado para empezar de nuevo, para dar a la humanidad otra oportunidad de desarrollo.

La historia de las razas humanas es algo fascinante, y por eso pongo aquí a disposición para su estudio personal antiguos mapas realizados por William Scott-Elliot, un teósofo de la época de Helena Petrovna Blavatsky. Hay cuatro mapas que representan cuatro etapas de la evolución de la Atlántida, y dos mapas de Lemuria. Versiones en alta resolución están disponibles en mi página de Flickr.

Nuestra raza Aria está a punto de terminar. Nos encontramos en la era final que concluirá con el paso del planeta Hercolubus. La futura raza que poblará la Tierra llevará el nombre de Koradi y será una gran raza.

Lemuria

Mapa de Lemuria 1
Mapa de Lemuria 1
Mapa de Lemuria 2
Mapa de Lemuria 2

Atlántida y después

Mapa de Atlántida 1
Mapa de Atlántida 1
Ruta & Daitya
Ruta & Daitya
Mapa de Atlántida 2
Mapa de Atlántida 2
Poseidonis
Poseidonis

Extractos de una conferencia de Samael Aun Weor

Frente a las costas del Perú, a 1.500 metros de profundidad, se han podido observar columnas muy bien labradas, muy bien talladas, de EDIFICIOS ATLANTES. Se han logrado obtener magníficas fotografías sobre el particular. Queda así demostrada la existencia de Atlántida, pero los tontos científicos continuarán como siempre, negando, y negando, y negando…

Hay civilizaciones desaparecidas, como la de la ISLA DE PASCUA, donde existen hoy en día EFIGIES GIGANTESCAS, enormes cabezas humanas talladas por manos de gigantes. Nunca ha dicho nada la Ciencia Materialista; calla, calla, calla…

¿Qué diremos de la ANTÁRTIDA? No hay duda de que antes de que la revolución de los ejes de la Tierra, en los Polos Norte y Sur existieron poderosas civilizaciones.

Incuestionablemente, bajo los hielos de la Antártida deben existir restos de esas ANTIQUÍSIMAS CULTURAS.

Un día llegará en que la pala de los arqueólogos podrá desenterrarlos. Mientras tanto, la Ciencia Materialista calla, calla como siempre, sin dar explicaciones.


En esa CORDILLERA DEL ATLÁNTICO (me refiero a una cordillera submarina) donde antes existiera el gran Continente Atlante, existen alrededor de 100 mil terremotos anuales, y resulta esto interesante.

Bien sabemos que terribles TERREMOTOS y grandes MAREMOTOS acabaron con el Continente Atlante. Pero todavía, a estas horas de la vida y en pleno siglo XX, ¡sigue temblando la Atlántida sumergida!

Conviene que nosotros reflexionemos en todas estas cuestiones, pues en el fondo son bastante interesantes.

Incuestionablemente, el planeta Tierra no es conocido por los antropólogos materialistas.


Nuestro planeta Tierra, mis amigos, no ha sido siempre como es ahora, ha cambiado su fisonomía geológica varias veces.

Si nosotros examinamos los CUATRO MAPAS DE ELLIOTT SCOTT, veremos que la Tierra, hace un millón de años era completamente diferente.

Esos cuatro mapas geográficos merecen ser tenidos en consideración. Se parecen a cuatro mapas que existieron, y que todavía siguen existiendo, en algunas criptas subterráneas del Asia Central.

Tales mapas son desconocidos por los sabihondos de la Ciencia Materialista; se guardan secretamente con el propósito de conservarlos intactos, pues, bien sabemos que, los señores de la Falsa Ciencia están siempre dispuestos a alterar todo, con tal de justificar sus tan cacareadas teorías.

El primero de esos mapas de Elliott Scott llama mucho la atención, resulta interesantísimo.

En él se ve lo que era el mundo hace unos 800 mil años antes de Jesucristo. Entonces la región de los braquicéfalos de la tan cacareada Antropología ultramoderna no existía.

Desde el ESTRECHO DE BERING, pasando por Siberia y Europa, hasta Francia y Alemania, lo único que había era agua, no había surgido, propiamente dicho, la Siberia ni la Europa, de entre el fondo de los océanos.

Del África no existía sino la parte Oriental, porque el Oeste y el Sur de aquel continente estaba sumergido entre las olas embravecidas del océano. Aquel pequeño continente que entonces existiera del África Oriental, era conocido con el nombre de GRABONCI.

La América del Sur estaba hundida entre las aguas del océano, no había surgido a la existencia.

Estados Unidos, Canadá, Alaska, todo eso estaba sumergido entre el océano, y sin embargo, ¡México existía!

Parece increíble que 800 mil años antes de Jesucristo, ya existía México.

Cuando todavía la Europa no existía, ¡México existía!

Cuando Suramérica no había salido de entre el fondo del océano, ¡México existía!

Esto nos invita a comprender que entre las entrañas de esta TIERRA SAGRADA DE MÉXICO, tan arcaica como el mundo, existen tesoros arqueológicos y esotéricos extraordinarios, que todavía no han sido descubiertos por la pala de los arqueólogos.

La LEMURIA fue por aquella época un gigantesco continente que se extendía en el Pacífico, que cubría toda esa área de la Australia, la Oceanía, el Índico –que es tan gigantesco–, y que se proyectaba por todo el Pacífico hasta esos lugares donde más tarde brotó Suramérica.

Vean ustedes, ¡cuán gigantesca era la Lemuria!, ¡cuán enorme!…

La fisonomía del globo terráqueo era, pues, completamente distinta hace unos 800 mil años antes de Jesús el Cristo.

La capital de la ATLÁNTIDA era TOYÁN, la ciudad de las siete puertas de oro macizo.

Dirán los antropólogos materialistas, que no ven más allá de sus narices, que en qué nos basaremos nosotros para poder hablar de la Gran Capital.

Quiero decirles a esos señores –que tanto han hecho por quitarle a la humanidad sus valores eternos y precipitarla por el camino de la involución–, que tenemos datos exactos para poder hablar sobre Lemuria, que hay mapas que se conservan muy en secreto en algunas criptas subterráneas que indican dónde estaba Toyán, la capital de la Atlántida.

Así, pues, que si hablamos, lo hacemos con pleno conocimiento de causa.

Citamos a la Lemuria y a la Atlántida porque fueron continentes que tuvieron existencia real. Bien sabemos nosotros que hasta el mismo Darwin aceptó la existencia de la Lemuria.

Toyán estaba situada en un ángulo, en el Sudoeste de aquel gran país, frente a la costa Sudoeste de una franja de tierra que se extendía claramente hasta el Loira y el Mediterráneo, y Este de África, y que por último llegaba hasta el Sur de Asia, que ya existía.

La Atlántida, en sí, se proyectaba desde el Brasil hasta las Azores (eso está completamente comprobado), y desde la Nueva Escocia, directamente, por todo el océano Atlántico.

Así, que, en realidad de verdad, la Atlántida cubría en su totalidad el océano que lleva su nombre. Era un gran país.

Imaginen por un momento ustedes a la Atlántida proyectándose hasta las Azores, hasta Nueva Escocia, y descendiendo hasta donde hoy es Brasil.

¡Cuán enorme continente era! Se extendía de Sur a Norte, era grandioso.

Se hundió a través de incesantes terremotos. Varias catástrofes fueron necesarias para que la Atlántida desapareciera definitivamente.

Así que, en realidad de verdad, el escenario del mundo ha venido cambiando, la fisonomía de este globo terrestre no ha sido siempre la misma, y en ella se han desenvuelto distintas razas humanas.

Nosotros necesitamos, en verdad, estudiar cuidadosamente la fisonomía del mundo en los tiempos antiguos, los distintos cambios geológicos por los cuales la Tierra ha pasado.

Sólo así podremos formarnos un concepto claro, preciso, sobre el origen del hombre, sobre sus diversas culturas, sobre sus distintos procesos evolutivos e involutivos.

Mas si desgraciadamente nosotros quedáramos completamente embotellados en todos los prejuicios contemporáneos, no lograríamos, en verdad, conocer nada sobre la Geología, y mucho menos sobre los procesos de evolución y desarrollo de la raza humana.


Pero antes que todo, se hace necesario revisar los distintos cambios geológicos por los cuales ha pasado el planeta Tierra. Bien sabemos que cada raza ha tenido un escenario. Pues bien, necesitamos conocer el ambiente, el clima, las condiciones en las que ha tenido que vivir cada raza. Esto es indispensable, urgente, inaplazable.

Cuando se dice, por ejemplo, que “las culturas de América vinieron a través del Estrecho de Bering, desde el continente Asiático”, se está aseverando una espantosa falsedad, porque los mapas antiguos nos demuestran que el Estrecho de Bering, la Siberia, y el Canadá, y los Estados Unidos, ¡no existían!

Hace 800 mil años, México tenía una población solemne, maravillosa, separada del Estrecho de Bering por los grandes océanos.

Así, pues, la Ciencia Materialista está hablando de lo que no ha visto, de lo que no le consta. Nosotros estamos hablando sobre la base de los mapas como los de Elliott Scott, y sobre esos otros similares que se encuentran en algunas criptas subterráneas de la cordillera Himaláyica, en el Asia Central.

Cuando se asevera que “la raza humana llegó a la América a través del Estrecho de Bering”, se está demostrando con esto, una gran ignorancia y un desconocimiento total de las cartas geográficas antiguas.

Es con esa clase de patrañas que los antropólogos materialistas están engañando a la opinión pública y abusando de la inteligencia de los lectores.

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